miércoles, 28 de mayo de 2008

OPINION de Martin Curty




El Calvario

Allí donde se cruzan los caminos... En el encuentro de las calles Urzaiz y Travesía de Vigo, hay una frontera invisible que todavía se recuerda por su antiguo nombre heredado de unos sauces llorones que allí proliferaban. Es todo un hito urbano, el borde de un barrio llamado El Calvario. Siempre he sentido especial simpatía por este entramado de calles estrechas y vitales, entre otras razones porque, justamente el año en que se acabaron los cupones de racionamiento, a pocos metros del insuperable mercado, eché mi primer vistazo al mundo.
Cuando bastantes años más tarde "bajé a Vigo" y me domicilié más cerca del centro, me conciencié de la etérea frontera que marcaban Los Llorones. Urzáiz terminaba en aquel cruce, y a partir de allí había un mundo diferente, más próximo al Gran Bazar de Estambul o al zoco de Tanger que a las ágoras racionales del occidente grecorromano. El Calvario tenía una vida propia, un bullicio especial heredero de su antiguo municipio, distinto de lo que se cocía en Príncipe, en La Alameda o en la Plaza de la Constitución. Incluso aquella mágica Calle de los Cines parecía orgullosamente independiente de los lobbys que controlaban la distribución de kas películas en el lejano y torturado Vigo de allá abajo. Sus Víscera, como bien describe mi querido Javier Mosquera en su obra sobre los barrios vigueses, se concentraban en el espléndido edificio del mercado, proyectado en los años veinte por el arquitecto Jacobo Esténs. Hace ya más de un cuarto de siglo, la tramitación del Plan Especial de Reforma Interior de El Calvario y el desarrollo de sus diverso polígonos supusieron un revulsivo para el barrio. La ladera que conducía a la nueva Avenida de Madrid sufrió un vertiginoso proceso de urbanización que dividió El Calvario en dos sectores diferenciados: el clásico, con la vieja trama consolidada en torno al eje de Urzáiz, y el nuevo Calvario asentado en los polígonos en ejecución. Hace una década el proceso urbanístico que consiguió la apertura y urbanización de la calle Jenaro de la Fuente supuso la segunda revolución. La siempre colapsada circulación por Urzáiz se desvió a la nueva arteria, permitiendo peatonal izar el entorno del mercado. Ahora, pasear por el centro del El Calvario no solo es posible sino altamente recomendable. La "humanización" recientemente ejecutada y la peatonalización han reforzado el carácter orientalizante de este barrio ajetreado, vital e hiperactivo. Insisto en que esto está más cerca de Túnez o El Cairo que de Barcelona o Saint Germain. Los famosos cines de El Calvario han desaparecido hace tiempo. Aquí, igual que en la ciudad de abajo, se han perdido muchas de las dotaciones lúdicas que caracterizaban este dédalo de calles fébriles. A lo mejor ha llegado el momento de que alguien se preocupe de que este entrañable barrio compense sus carencias con una intervención decidida del gobierno local. Precisamente allí donde se cruzan los caminos, las calles Aragón y Jenaro de La Fuente, yace, abandonado de la mano de dios, un edificio bodeguero que, con un poco de buen sentido, podría ser el nuevo mercado, el nuevo zoco del siglo XXI. Pero lo de Bodegas Bandeira es otra historia de la que tal vez me ocupe con más detenimiento un día de estos, cuando vuelva a pensar en El Calvario, mi barrio.

Escrito en articulos de Opinión de Faro de Vigo, por Martín Curty, el 11 de febrero de 2004

Lo triste para mi que desde este día no volvió a pensar en El Calvario

martes, 27 de mayo de 2008

ANDARELA NA ESTRADA




Alguns dos compñentes da Asociación Folclorica Andarela, un deles é tamén o tesoreiro da Asociación de Veciños. Nesta ocasión foron actuar a un pobo da provincia de Pontevedra A Estrada.